Hace 5 años

María, de A Coruña

Cuando aterricé en el aeropuerto de Lavacolla en un avión que llegaba con 6 horas de retraso. Eran las tres de la madrugada, la temperatura estaba bajo cero, hacía un temporal considerable y el coche -que llevaba más de una semana en la calle- no encendía.

Incluso a las tres de la mañana, MAPFRE me atendió con la amabilidad de siempre. La grúa llegó, solucionó el problema y además con una sonrisa y un “bienvenida”. Sentí que MAPFRE sustituía a mi padre, a quien no había querido despertar.